El pecado hace que los Cristianos se vuelvan cobardes y vivan humillados en derrota. Ellos no pueden pararse firmes con valentía en contra del pecado, debido al pecado oculto en sus propias vidas. Ellos excusan el pecado de otros por la desobediencia en sus propios corazones y no pueden predicar victoria porque viven en derrota.
El rey David tenía enemigos. Cuando David estaba bien con el Señor, y en buena comunión, ninguno de sus enemigos le podía hacer frente. Pero cuando David pecó y se apartó del Señor, sus enemigos se enaltecían y triunfaban sobre él.
El pecado de adulterio de David, sucedió inmediatamente después de una de sus más grandes victorias. Este hombre de Dios, deleitándose en la gloria de una gran victoria, deseó a Betsabé, mató a su esposo Urías y cometió adulterio con ella. “Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27).
Así que Dios envió al profeta Natán a ver a David. El profeta no vino a aconsejar a David en cómo manejar su culpa y condenación. En lugar de eso, Natán fue derecho al corazón del asunto. “Has tenido en poco los mandamientos del Señor. Has hecho lo malo ante sus ojos. Tú eres culpable de un pecado secreto”. David huyó al desierto – un hombre llorando, descalzo, cobarde, despojado de su poder y coraje debido al pecado.
Ya hemos tenido suficiente enseñanzas sobre cómo manejar nuestros problemas y temores. Pero no hemos tenido suficiente enseñanza acerca de cómo tratar con el pecado en nuestras vidas. ¿Cómo vencer un pecado que se ha convertido en un hábito? ¿Dónde está la victoria para un pecado que se ha convertido en parte de nuestra vida?
Yo no tengo fórmulas ni soluciones simples. Pero sé que hay mucho consuelo en la Biblia para aquellos que están luchando batallas entre la carne y el espíritu. Pablo peleó la misma batalla, contra la misma clase de enemigo. Él confesó “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19).
Muchos Cristianos hoy día, no han tenido el temor de Dios plantado en sus corazones por el Espíritu Santo. El escritor de Proverbios declara, “Con misericordia y verdad se corrige el pecado; con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal” (Proverbios 16:6). “No seas sabio en tu propia opinión, sino teme a Jehová y apártate del mal” (Proverbios 3:7). “El temor de Jehová es manantial de vida que aparta de los lazos de la muerte” (14:27).
El “temor de Dios” que se refiere aquí, indica mucho más que una admiración reverencial y respeto. No podemos recibir la revelación completa de la verdad de Dios, hasta que su temor sea profundamente arraigado en nosotros. Toda revelación está atada a este temor santo.
Estoy convencido que sin el temor de Dios, no podemos experimentar una liberación duradera del pecado. Sin embargo, en muchas iglesias el temor de Dios se ha convertido en un tema que es tabú. ¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó un sermón acerca del temor de Dios?
Una de las razones es que la permisividad de la sociedad ha invadido la casa de Dios. En los últimos años, el término “gracia” ha llegado a significar una manera de ocultar pecado. Como el Salmista escribe, “No hay temor de Dios delante de sus ojos” (36:1).
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